Sobre algunas especies en vías de extinción. Notas sobre la puesta en escena

«Sobre algunas especies en vías de extinción» de José Ricardo Morales
Reparto: Lucía Barrado, Vicente Colomar, Julio Hidalgo, Sara Sánchez, Rosa Savoini, Suso Sudón
Aitana Galán (Dirección)
Silvia de Marta (Escenografía)
Ana Rodrigo (Vestuario)
Pedro Yagüe (Iluminación)
Alfonso Pazos (Vídeo)
Irma Catalina Álvarez y Pilar Onares (Música y espacio sonoro)
Juan Ollero, Juanma Romero Gárriz (Ayudantes de dirección)
Carlos García González (Diseño de cartel)
marcosGpunto (Fotos)
Paz Producciones (Videoclip)
Producción Centro Dramático Nacional

Estas notas se publicaron en papel en la revista de octubre de 2014 ADE, Nº 152

y en digital, en la revista de estudios sobre los exilios culturales  españoles, Laberintos (nº 16)

Cuando Ernesto Caballero, actual director del Centro Dramático Nacional, me ofreció poner en escena uno de los textos de José Ricardo Morales no dudé en proponerle Sobre algunas especies en vías de extinción. Había leído toda la producción dramática de Morales, extensísima, variada, ecléctica, y me parecía imprescindible contar con este texto dentro del ciclo que el CDN pensaba dedicarle: es su último texto teatral, escrito hace pocos años (2003) y como obra de casi final de vida, engloba y sintetiza, de alguna manera, la mayoría de los temas que han ocupado al autor a lo largo de su trayectoria dramática. Es un texto, además, inquietante y enigmático, estimulante y sugerente para cualquier director de escena. Difícil, sí, y como todo lo difícil, retador y desafiante desde el punto de vista artístico. José Ricardo Morales es un autor prácticamente desconocido y poco o casi nada representado en nuestro país. Su teatro se sitúa muy cerca de las vanguardias escénicas, del teatro experimental y, filosóficamente, del existencialismo y teatro del absurdo. Es un teatro que propone una forma expresiva muy distinta a la del realismo o costumbrismo habitual en nuestros escenarios y que exige planteamientos estéticos y formales poco desarrollados en la práctica escénica española. Porque si bien se vincula a José Ricardo Morales con el teatro del absurdo cercano a Beckett, formalmente no tienen nada que ver: mientras que la propuesta de Beckett se apoya en la síntesis y casi desaparición de la palabra, en el «teatro de la incertidumbre» de Morales la palabra se erige como protagonista absoluta obligando al lector y futuro espectador a adentrarse en juegos verbales e intelectuales laberínticos, audaces, irónicos y complejos. Pero además de desafíos formales, el teatro de José Ricardo Morales nos enfrenta con una serie de cuestiones ideológicas e históricas que vienen determinadas tanto por su biografía como por el tratamiento de las temáticas planteadas por el autor: José Ricardo Morales es un autor exiliado, desterrado como a él le gusta definirse, que vivió tanto el golpe de estado de Franco en España, como, posteriormente, el golpe de Pinochet en Chile. Es un autor que no volvió nunca a este país, que hizo toda su vida en Chile, pero que, sin embargo, escribe en un riguroso castellano y demuestra conocer de manera excepcional la tradición literaria española de la que,naturalmente, forma parte y aunque en su obra no toca directamente ni la temática del exilio ni hace una crítica directa a la política española, detrás de toda su ironía, de todas sus imaginativas propuestas teatrales, subyace un profundo desarraigo provocado por un destierro no elegido y una denuncia implícita a todas las formas de poder que anulan, pervierten, destruyen la libertad de pensamiento. José Ricardo Morales es un humanista, un autor profundamente republicano y laico, radical socialista, anti-capitalista… en fin, una «rara avis» dentro del panorama teatral de nuestra dramaturgia española.

«Sobre algunas especies en vías de extinción» de José Ricardo Morales
Reparto: Lucía Barrado, Vicente Colomar, Julio Hidalgo, Sara Sánchez, Rosa Savoini, Suso Sudón
Aitana Galán (Dirección)
Silvia de Marta (Escenografía)
Ana Rodrigo (Vestuario)
Pedro Yagüe (Iluminación)
Alfonso Pazos (Vídeo)
Irma Catalina Álvarez y Pilar Onares (Música y espacio sonoro)
Juan Ollero, Juanma Romero Gárriz (Ayudantes de dirección)
Carlos García González (Diseño de cartel)
marcosGpunto (Fotos)
Paz Producciones (Videoclip)
Producción Centro Dramático Nacional

Parece sorprendente que el teatro de José Ricardo Morales no se haya visitado de manera más natural durante estos cuarenta años de transición democrática, sin embargo sorprende menos si tenemos en cuenta el proceso de «despolitización» que se fue dando en la cultura y sociedad española a partir de los años ochenta y que pretendió, de alguna manera, hacer un «borrón y cuenta nueva» con su Historia provocando enormes lagunas culturales en las que hoy todavía estamos inmersos. Personajes como José Ricardo Morales no sólo podían ser incómodos por sus textos, sino que también obligaban, de alguna manera, a asumir que en este país se había asesinado y expulsado a gente por pensar y expresarse «de una manera distinta» a la que el régimen imponía. Y esa mirada a un pasado no tan lejano ha sido evitada una y otra vez quizá porque podía poner de manifiesto que el «nuevo régimen democrático» del 78, ni era tan nuevo ni era tan democrático como las instituciones y la prensa oficial pretendían hacernos creer. La propuesta de Ernesto Caballero de recuperar la voz de José Ricardo Morales no podía ser más oportuna en el panorama socio-político que estamos viviendo: mientras escribo estas líneas están a punto de ser aprobadas dos leyes que nos retrotraen a los tiempos de la dictadura franquista: una Ley del Aborto absolutamente restrictiva y una Ley sobre el derecho a la libre manifestación que atenta directamente contra la libertad de expresión (la llamada «Ley Mordaza»); durante los últimos años se están aplicando condenas de cárcel impropias de un país democrático a trabajadores que ejercen su derecho a la huelga, a cantantes que expresan su rechazo a la monarquía, a manifestantes y twiteros veinteañeros que se posicionan claramente en contra del sistema. La Puerta del Sol de Madrid se ha convertido en un espacio tomado directamente por las fuerzas de orden público impidiendo cualquier tipo de concentración de más de diez personas. Identificaciones, arrestos, arrestos domiciliarios… y día a día asistimos a un ininterrumpido exilio económico de muchos españoles, jóvenes en su mayoría, que ven truncadas sus expectativas de poder sobrevivir en España. En este marco social, inimaginable hace años para muchos, me parecía una irresponsabilidad artística no asumir como propio el discurso del autor y no tender un puente entre la propuesta de Morales y el contexto en el que nos encontramos y en el que el texto iba a ser recibido por el público. Para ello, siendo fiel al espíritu subversivo e irónico del autor, y absolutamente respetuosa tanto con su palabra como con su propuesta de un teatro no convencional, de experimentación y vanguardia, decidí enfrentarme al trabajo con una actitud de absoluta libertad artística y proponer al espectador una «experiencia teatral» que, desde el placer estético, desde el juego del teatro, desde la diversión, la ironía y el entretenimiento, actuase como un revulsivo incitador a reflexionar sobre la naturaleza del hombre, el sentido del teatro y el momento socio-cultural que estamos viviendo.

Las primeras analogías que trazamos para sentar las bases del contexto desde el que íbamos a «contar» la pieza, tuvieron que ver con  las condiciones biográficas del autor: el destierro provocado por la Guerra Civil de Morales y el «destierro» actual de numerosos españoles impelidos a salir del país buscando mejores condiciones económicas y profesionales: ¿quién no tiene hoy un amigo que se acaba de marchar? ¿Quién no se plantea si no sería más sensato hacer las maletas y buscarse la vida fuera? Tomamos la decisión, a partir de estas reflexiones, de colocar en el centro de la escena un mapa de España hecho con piel de vaca, como un referente siempre presente, alrededor y dentro del cual podrían situarse los personajes. La siguiente analogía que trazamos tuvo que ver con los dos golpes de estado vividos por el autor y las referencias en sus textos a lo militar, lo castrense, como símbolo de poder y de «uniformidad», concepto ampliamente desarrollado en Sobre algunas especies en vías de extinción. Utilizando como referente real este Madrid que vivimos, tomado literalmente por las UIP, decidimos que los «funcionarios uniformados» que aparecen de vez en cuando en el texto, portando las coronas de flores o, simplemente, pasando por allí, estarían representados por policías antidisturbios, mucho más elocuentes para el espectador de hoy y tan representativos del poder del Estado como cualquier otro cuerpo militar. En cuanto a la condición de Morales como autor «al margen», «rara avis», no nos fue muy difícil identificar en el contexto actual a creadores fantásticos, con propuestas muy distintas a las que nos ofrece el «mercado cultural», totalmente olvidados o ninguneados por éste: creadores que se mueven en las periferias del sistema, muchos condenados al exilio civil, excluidos de la cultura oficial ya sea por una ideología claramente posicionada en contra del pensamiento dominante, ya sea porque sus propuestas estéticas difieren del gusto, normalmente conservador, de los distribuidores de la producción cultural. Las intenciones ideológicas que propusimos en el espectáculo pueden resumirse, irónicamente, en las tres líneas señaladas arriba: Mapa de España en piel de vaca / Antidisturbios / Creadores «al margen». El título de la obra, Sobre algunas especies en vías de extinción, donde subyace de alguna manera la propuesta poética que Morales desarrolla en la pieza, nos ofreció claves que determinaron la concepción estética general del espectáculo: algunas especies, no sólo de animales, sino también humanas; especies como signo que diferencia a unos humanos de otros («Está hecho de otra piel»); extinción, como metáfora del apocalipsis, de un mundo que se acaba. Inspirándonos en la literatura de ciencia-ficción, frecuentada por el autor y reconocible en muchos de sus textos, comenzamos a jugar con la propuesta de un mundo «apocalíptico», situado en los márgenes del post-punk apuntado en las películas de Blade Runner y Mad Max. Un mundo desértico o lunar que pudiera encajar bien con la poética del asombro o de la incertidumbre que nos proponía Morales. Al fin y al cabo los personajes de la pieza están relatando un suceso que ha sido, es y será, por lo tanto se sitúan tanto en el pasado como en un futuro no visitado. Investigamos en la idea de las «tribus» urbanas como «especies» que siendo y queriendo marcar una diferencia con la estética dominante terminan «uniformándose» entre ellas. El vestuario, diseñado por Ana Rodrigo, se inspiró en una suerte de steampunk revisitado que permitió de manera extraordinaria proyectar esta idea de un «no tiempo» en los personajes y, al mismo tiempo, dotarlos de absoluta contemporaneidad. El espacio escénico de Silvia de Marta, que lanzaba una mirada irónica a la estética pop, se configuró a partir de esta primera propuesta de paisaje «lunar» significada en un suelo de pelo blanco (la elección del material no fue nada casual: especies/animales/piel/pelo) que se extendía por toda la sala, unificando el patio de butacas con el espacio de la representación. Tratamos, como he señalado antes, de sumergir al público en una «experiencia» teatral por lo que era muy importante situar al espectador en una atmósfera determinada que no se limitase al espacio de la representación. La configuración del público «a tres bandas», la presencia de televisiones en las paredes de la sala y de proyecciones tanto en el espacio de la representación como sobre el mismo público, el diseño de iluminación apoyado en luces frías, contribuyeron a crear esa atmósfera cuasi-apocalíptica de un mundo sometido a los contrastes entre lo nuevo y lo viejo, lo vivo y lo muerto, lo natural y lo artificial, la presencia real y la virtual… Temáticas habituales en el teatro de Morales y determinantes en esta pieza en concreto. Nuestro objetivo era no quedarnos en el enunciado de los temas sino en aportar una vivencia sensorial al espectador y hacerle participar físicamente del conflicto intelectual que asalta, asombra, desconcierta y perturba a los personajes. La música en directo, la utilización de micros para determinadas partes del texto y la creación de un espacio sonoro nos ayudaron a configurar el espectáculo alrededor de la idea de un «Cabaret Metafísico» donde pudieran confluir tanto las temáticas apuntadas en el texto como el estilo y las pautas de la interpretación actoral.

«El coro lamentable de la sufrida humanidad»

«Sobre algunas especies en vías de extinción» de José Ricardo Morales
Reparto: Lucía Barrado, Vicente Colomar, Julio Hidalgo, Sara Sánchez, Rosa Savoini, Suso Sudón
Aitana Galán (Dirección)
Silvia de Marta (Escenografía)
Ana Rodrigo (Vestuario)
Pedro Yagüe (Iluminación)
Alfonso Pazos (Vídeo)
Irma Catalina Álvarez y Pilar Onares (Música y espacio sonoro)
Juan Ollero, Juanma Romero Gárriz (Ayudantes de dirección)
Carlos García González (Diseño de cartel)
marcosGpunto (Fotos)
Paz Producciones (Videoclip)
Producción Centro Dramático Nacional

A partir de esta frase de Serena, uno de los personajes de la obra, perfilamos las líneas maestras que sustentaron la propuesta escénica. Había que crear un coro, había que hablar, con ironía, de la «sufrida humanidad» y había que establecer condiciones escénicas que posibilitasen la aparición, al final del espectáculo, del teatro griego y su vinculación con el teatro y la sociedad de hoy: el teatro como ejercicio democrático y lugar de reflexión sobre las pulsiones de la naturaleza humana. El coro original de José Ricardo Morales está formado por cuatro personajes (Serena, Merenciano, Albi y Livia) que en mi propuesta escénica se convirtieron en seis (desdoblando dos de ellos). Ha sido una de las pocas intervenciones que realicé sobre el texto pero que me pareció imprescindible, formal e ideológicamente, para diseñar un propuesta de trabajo coral. En la pieza de Morales, además de estos cuatro personajes, aparecen otros sin texto: funcionarios uniformados y acróbatas Estábamos obligados a contar con, como mínimo, seis actores y que dos de ellos permaneciesen «fuera de juego» casi toda la función. Para evitar esta descompensación, Albi y Livia pasaron a ser personajes «duplicados» pero independientes. No hace falta decir que tuvimos sumo cuidado en que esa «duplicidad» no dificultase la comprensión del espectador o llevase a equívocos que ensuciasen el sentido original de la obra. La creación de este «coro» determinó tanto la selección del elenco como el trabajo de interpretación que llevamos a cabo en el proceso de ensayos. Mi intención era contar con actores de edades distintas que proyectasen juntos la idea de un coro transgeneracional. Necesitaba, además, que fuesen actores con mucho sentido del humor y capaces de jugar con la ironía; actores con espíritu crítico y capacidad subversiva, dotados de la energía y la conciencia necesaria para asumir como suyos los textos de José Ricardo Morales, que son, desde el punto de vista de la palabra, extremadamente exigentes. Realizamos audiciones en el Laboratorio Rivas Cherif y tuve la suerte de conformar un elenco sobresaliente: Rosa Savoini, Vicente Colomar, Julio Hidalgo, Lucía Barrado, Sara Sánchez, Suso Sudón. A algunos ya los había dirigido en otros espectáculos y con otros trabajaba por primera vez: los seis, junto con las dos músicas que compusieron música y espacio sonoro, Irma Catalina Álvarez primero (que tuvo que abandonar el proceso por motivos de salud) y Pilar Onares después, hicieron posible uno de los procesos más interesantes a los que me he enfrentado como directora. Seis actores muy diferentes y muy peculiares (porque esta era mi idea de cómo debía estar integrado el coro), capaces de confluir en un mismo «cuerpo» o conjunto sin perder ni un ápice de su individualidad. Al margen de la excelente y diversa formación de todos ellos, durante el proceso de Sobre unas especies… hemos revisitado referentes teatrales como Kantor, la Zaranda o los Monty Python y hemos transitado caminos más inhabituales como las veladas dadaístas y la performance, la agitprop, o el cabaret político. Tratamos de pasar por los tópicos y lugares comunes que rodean las técnicas del «teatro del absurdo» para poder desechar los clichés que ya no tienen nada que decirnos y encontrar elementos expresivos nuevos, propios de hoy, de nuestro tiempo, que nos ayudasen a establecer una relación renovada tanto con el espectador como con el material dramático que teníamos entre manos. El trabajo específico de la palabra, importantísimo en esta función, estuvo dirigido hacia la búsqueda permanente de una intención concreta, lo que implicaba la no existencia de una palabra «casual». Los referentes sobre los que trabajamos se acercaron más al mundo de la música que al de la escena, quizá porque sus intérpretes hacen lo que no hacen en general los actores: intencionar, decir las cosas por y para algo: Albert Pla, el Noi del Sucre, Accidents Polipoètics o Sid Vicious entre otros, fueron objeto de observación, análisis y a veces inspiración, durante todo el proceso de ensayos. Volviendo a la idea de «coro» y del teatro griego como catalizador del sentido último del texto, tendimos a través de él otro de los puentes paralelos entre la propuesta de Morales y el contexto socio-político actual. El «coro lamentable de la sufrida humanidad» nos obligaba a hablar de esta humanidad que sufre ahora (como ha sufrido en otros momentos históricos) el azote implacable del poder. El recorte permanente de recursos económicos y de servicios públicos, las violentas y represivas actuaciones policiales claramente dirigidas a sembrar el terror y el miedo, han obligado a la ciudadanía a salir a la calle y las manifestaciones se han convertido en el paisaje urbano habitual de nuestros días. Una manifestación de gente que clama contra leyes injustas es hoy ese coro griego de una humanidad que sufre.

La dramaturgia de las proyecciones se construyó a través de la grabación de manifestaciones y actuaciones policiales que ocurrieron durante el proceso de ensayos: incluimos en el espectáculo imágenes originales de las cargas y detenciones en las Marchas de la Dignidad del 22 de marzo. Quiero señalar que si la famosa Ley Mordaza entrara en vigor no sería posible volver a poner en escena el espectáculo de Sobre algunas especies en vías de extinción tal y como fue concebido y estrenado, ya que en uno de sus artículos se prohíbe directamente la emisión pública de imágenes que muestren la actuación de la policía durante las manifestaciones, en una detención o en una carga policial.

«Sobre algunas especies en vías de extinción» de José Ricardo Morales
Reparto: Lucía Barrado, Vicente Colomar, Julio Hidalgo, Sara Sánchez, Rosa Savoini, Suso Sudón
Aitana Galán (Dirección)
Silvia de Marta (Escenografía)
Ana Rodrigo (Vestuario)
Pedro Yagüe (Iluminación)
Alfonso Pazos (Vídeo)
Irma Catalina Álvarez y Pilar Onares (Música y espacio sonoro)
Juan Ollero, Juanma Romero Gárriz (Ayudantes de dirección)
Carlos García González (Diseño de cartel)
marcosGpunto (Fotos)
Paz Producciones (Videoclip)
Producción Centro Dramático Nacional

Pero no sólo jugamos con proyecciones que señalaban y significaban el contexto social en el que nos encontramos, también proyectamos grabaciones de los actores en el proceso de ensayos, así como el propio texto de Morales: la palabra escrita. Porque se trataba de significar, como hace el autor en la obra, los distintos, aunque confluyentes mundos que configuran nuestra realidad: procesos sociales/procesos individuales; procesos de creación/procesos de vida; presencia real/presencia virtual; palabra/imagen. Utilizamos también en escena, haciendo un guiño al teatro de agitación política, elementos propios de cualquier acto de protesta, como carteles («NO»), pancartas con leyendas («En mi cuerpo decido yo») y la irónica máscara de Anonymous, por excelencia la máscara de nuestro tiempo, que nos sirvió para construir un coro contemporáneo y renovado de la Antígona rebelde y humanista con la que José Ricardo nos conduce al final de la función. A lo largo de la Historia, teatro y realidad se han conducido a la par, siendo uno reflejo del otro casi indistintamente. En nuestro devenir diario hemos incorporado de manera natural elementos que proceden del teatro y no existe una escena viva posible si no está alimentada del pulso de la calle. El entierro imaginario al que asisten con asombro los personajes (y el público) del texto de Morales un entierro laico, conviene recalcarlo– se convirtió en la sala de la Princesa en un recorrido festivo por momentos determinantes de nuestra cultura occidental (el teatro griego, Hamlet, el teatro sagrado, el café-teatro y el clown…) que se interrelacionaban de manera directa y espontánea con momentos de nuestra actualidad más inmediata. El entierro de ese «no se sabe quién o qué» propuesto por el autor, fue por momentos un entierro metafórico de esta España nuestra de la «marca acreditada», un entierro de un sistema capitalista que nos anula y uniforma y un afortunado reencuentro con un teatro redivivo, con una literatura rediviva, que lejos de parecernos especies en vías de extinción se nos hacen hoy más nuevas y más necesarias que nunca.

La respuesta del público ante el espectáculo fue extraordinaria. Despedimos las funciones con el patio de butacas en pie, con muchos espectadores emocionados, deseosos de leer éste y otros textos de José Ricardo Morales y con mucha satisfacción por parte del equipo artístico y técnico: a pesar de que la propuesta era arriesgada y comprometida el proceso de trabajo, la actitud de todos los que participaron de una manera u otra en el espectáculo, fue entregada y ejemplar y, personalmente, no puedo estarles más agradecida. Vayan también mis agradecimientos a Morales, por regalarnos un teatro que invita a imaginar y a mirar la realidad como si de un caleidoscopio se tratase, y a Ernesto Caballero por abrir la puerta del Centro Dramático a esas otras realidades de la creación escénica española y haberme hecho partícipe de ello

Aitana Galán.

Madrid, 2014